24/09/2018
Muchas veces parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, sobre todo cuando vemos que en nuestro día a día todo es urgente, dramático y cada acción parece estrictamente regulada y controlada.
Pues bien, en el citado vídeo van apareciendo imágenes de niños de los 60, 70 y 80 del siglo pasado acompañados de frases como éstas: “Los que podían, viajaban en un 600 sin cinturones de seguridad y sin airbag, y se hacían viajes de 10-12 horas con cinco personas dentro". "A la hora de jugar montábamos en bicicleta sin casco". "Los columpios eran de metal y con esquinas en pico". "Jugábamos a ver quién era el más bestia. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada. Era cosa de niños y las heridas se curaban con mercromina y unos puntos". "Aunque sin mucho donde escoger, comíamos dulces, pero no éramos obesos, si acaso, alguno era gordo y punto". "Compartíamos botellas de refrescos y nadie se contagió de nada. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar y algunos incluso chupaban el grifo".
Y lo más curioso es que esta oda a la libertad la compartimos en internet (por cierto, varios millones de veces) mientras en la vida real compramos nuestros coches con el máximo de medidas de seguridad, exigimos a nuestros ayuntamientos parques de juegos infantiles con todos los controles, nos preocupamos por la alimentación de nuestros hijos, fomentamos el respeto hacia el resto de personas y vivimos inmersos en una sociedad de la desinfección.
Entonces ¿será realmente que no sabemos lo que queremos?
Me permito llevar este tema al terreno de la alimentación y la ganadería.
Este verano surgió la polémica respecto a la autorización de la venta directa de leche cruda de vaca por parte de la Generalitat de Cataluña. Según sus responsables, el objeto de este Decreto no era otro que ayudar a la diversificación de la producción ganadera y fortalecer al sector lácteo catalán, regulando la actividad comercial entre el ganadero y el consumidor final.
El debate llegó al gran público, y aunque la mayoría de opiniones cualificadas (entre las que es de resaltar el colectivo médico) se mostraron en contra de esta medida por los riesgos sanitarios que supone, desde diferentes puntos surgieron voces a favor llamando a recuperar "el sabor de la leche de antes".
La leche "de antes" tenía que cocerse hasta tres veces, había que desplazarse hasta la vaquería, o si te la llevaban a casa el transporte iba sin refrigeración. Se debía consumir en un máximo de 72 horas tras el ordeño y a veces "se cortaba", sabía diferente según la época del año porque la alimentación de los animales cambiaba según hubiera presencia de pasto o no, te encontrabas grumos de nata en ella porque no estaba homogenizada, y la incidencia de "fiebres de malta" entre la población era mucho mayor que hoy en día, que es casi testimonial... ¿Os suena?
La leche líquida, lo queramos o no, se ha convertido en un producto básico, por lo que, en mi opinión, si el sector productor realmente quiere trabajar por su rentabilidad deberá buscar productos que el consumidor perciba y esté dispuesto a pagar por su valor añadido y que perciba como seguros.
Unirnos a modas pasajeras en las que la imagen de la leche de vaca se vea vinculada a riesgo sanitario, lo único que puede llevarnos es a perder su consumo en el medio plazo. No juguemos con fuego.