El objetivo de esta actividad divulgativa es que las niñas y niños descubran por qué llamamos a las ovejas, vacas y cabras las “bomberas” de nuestros bosques y campos y cómo contribuyen en general a la conservación de algunos ecosistemas. También se intenta explicarles por qué es importante la trazabilidad y de qué manera se garantiza durante todo el proceso de producción de carne, sin olvidar incidir también sobre los nutrientes que aporta este alimento y su importancia dentro de una dieta equilibrada. Si bien el planteamiento es sencillo, hemos podido comprobar que aún queda mucho trabajo por hacer.
Así, preguntados por los tipos de ganado -vacuno, ovino, caprino, porcino- solo son capaces, y no siempre, de indicar el primero. Para nombrar al resto, tiran de imaginación y de la maravillosa flexibilidad del castellano o incluso del italiano. Para el cerdo tenemos ganado "porchino", "cerdino" o "cochinillo". El ganado ovino como mucho es ovejuno, y las cabras forman el ganado "cabrino" o cabrito. Respecto a las crías de los animales domésticos, suele repetirse la situación: como mucho conocen a los terneros.
Profundizando
Un momento delicado podría ser cuando pasan por delante de los escaparates que habitualmente se muestran canales de ternera y corderos. Considerando que hoy en día niños y adultos vemos la carne ya cortada y dispuesta en barquetas, adivinar o ver directamente al animal muerto al que pertenecen puede resultar un poco impactante. Y aunque para algunos niños lo es (algunos se apartan asustados o con cara de asco) lo habitual es que les atraiga y les llame la atención. Particularmente las enormes canales de los bueyes, acerca de las que no dudan en preguntar: quien, dónde y cómo los han matado o donde están las partes del cuerpo que les faltan. Es un buen momento que los monitores aprovechan para contar las cosas como son, sin miedo ni prejuicios, haciendo hincapié en que se sacrifican en lugares diseñados para ello, donde los animales no sufren ni pasan miedo que permiten garantizar la trazabilidad hasta que llegan al Mercado Central, y de ahí a su casa.
Los niños no son más que personitas en formación que a menudo repiten los mensajes que reciben de los adultos y que a menudo tendrán escasas oportunidades de comprobar por sí mismos. Unos niños razonaron que los cerdos no hacen la trashumancia porque no comen pasto, y otros porque viven en el barro; cabe preguntarse si las típicas ilustraciones de granjas con vacas en el prado y cerdos rebozándose en el barro tendrán algo que ver. Preguntados sobre si hay granjas dentro de las ciudades la respuesta fue unánime: no, porque el humo o el ruido de los coches molestaría a los animales. ¿Podemos verlo como pura corrección política o como una preocupación genuina sobre el bienestar animal que, curiosamente, no se aplican a sí mismos?
El mundo está cambiando y las prioridades de sus futuros habitantes también. Aún estamos a tiempo de informar para que no se vuelvan contra ellos mismos.